En Uzbekistán la policía se excede en el uso de la fuerza contra manifestaciones pacifistas y a los organizadores los someten a juicio. Si bien las leyes protegen la libertad de expresión, de asociación y de reunión, estas están sometidas a un estricto control. Hay denuncias de discriminación hacia mujeres y niñas, y ensañamiento hacia personas LGBTI. La homosexualidad está penada por ley. La justicia es corrupta.

En ese contexto Elena Urlaeva es una activista que preside la Alianza de Defensores los Derechos Humanos. Documentó la práctica de trabajos forzados en la industria algodonera y con ello logró que las principales marcas boicotearan al algodón uzbeko. El 31/5/2015 la policía la sedó, la llevaron por la fuerza, la torturaron y la sometieron a abusos sexuales. Querían la tarjera de memoria de una cámara fotográfica con las pruebas de su denuncia. También la radiografiaron. Cuando quiso ir al baño la obligaron a hacer sus necesidades en frente a ellos fotografiándola y filmándola. La amenazaron con publicar las fotos si denunciaba lo sucedido.

Unos días después hizo pública la denuncia y las autoridades la ingresaron a un hospital psiquiátrico durante más de un mes. No fue la primera vez, ya en el 2001, 2005 y 2012 sufro este tipo de encierro. Tampoco fueron las últimas: en el 2016 y 2017 también lo padeció. En esta ocasión la sedaron para un reportaje en la televisión pública para desprestigiarla. Querían evitar que dé un discurso denunciando la situación de los trabajadores ante el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo y la Confederación Sindical Internacional. 

En el 2010 recibió de manos del gobierno de Suecia el Premio Per Anger de derechos humanos. Su causa ha sido apoyada por Anmesty International, Human Rights Watch, Solidarity Center y Anti-Slavery International. De la industria indumentaria no se conoce apoyo.