EL URBANISMO DE PARQUES SE LLEVÓ PUESTO EL “VILLORRIO” QUE ERA BARILOCHE

| 30/06/2024

Se van a cumplir 90 años de la transformación arquitectónica que cambió al pueblo

Se van a cumplir 90 años de la transformación arquitectónica que cambió al pueblo
Trabajadores en la construcción del Llao Llao (1936).
Trabajadores en la construcción del Llao Llao (1936).

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A partir de 1934 se impulsó la construcción del hotel Llao Llao, del Centro Cívico, de la estación de servicios del Automóvil Club Argentino, el Hospital Regional y otros edificios que todavía perduran.

Para transformar el “villorrio” que en opinión de Ezequiel Bustillo era Bariloche en la década de 1930, la Dirección de Parques Nacionales inició a partir de 1934 un ambicioso plan de urbanización que efectivamente, transformó la faz del pueblo. En octubre próximo se cumplirán 90 años de la publicación en el Boletín Oficial de la ley que dio origen a la repartición, por entonces dependiente del Ministerio de Agricultura de la Nación.

“Bustillo y su equipo pusieron en marcha un plan de urbanización que sirvió de eje para las construcciones del período. Previa esta instancia y como soporte necesario, se concretaron y ampliaron servicios de aguas corrientes, cloacas, nivelación y pavimentos”, puntualiza Laura Méndez en su libro “Estado, frontera y turismo. Historia de San Carlos de Bariloche (Prometeo-2010). Luego cobró cuerpo la fisonomía que, a grandes rasgos, todavía perdura.

“Con el diseño de su hermano, el arquitecto Alejandro Bustillo, se construyó con lujuria el hotel Llao Llao y, con los planos del arquitecto Ernesto Estrada, el Centro Cívico”. Aunque sin hacer foco en la permanente polémica, la historiadora deja en claro cuál fue el origen del monumento. “En este último caso, los fondos para la construcción del centro administrativo y cultural se reunieron gracias a los aportes y gestiones del entonces vicepresidente de la Nación, el doctor Julio Roca”, precisamente hijo del dos veces presidente.

Julito, como le decían sus contemporáneos, “a cambio de ver en el centro de la plaza la estatua de su padre, gustoso cedió parte de los fondos que fueron completados con el aporte de otros roquistas y del Ministerio de Obras Públicas de la Nación”. De paso, recordemos que el descendiente del tucumano fue quien celebró el tristemente célebre acuerdo que también se conoce con su apellido, Roca-Runciman, en favor de los frigoríficos británicos.

Por su parte, aclaró Bustillo en su oportunidad: “[…] no es que el Centro Cívico fuese construido para servir de marco a la estatua del general Roca, ni mucho menos. Pero no hay duda […] que ambas ideas nacieron asociadas, como si al satisfacer la necesidad que este Centro Cívico venía a llenar, sirviese al mismo tiempo de decoración al homenaje que la Patagonia debía a quien había conseguido liberarla del indígena que la asolaba”.

Más allá de los discursos, “otras construcciones edilicias y de infraestructura formaron parte de un acelerado proceso de modernización: la pavimentación de la avenida Costanera, la construcción de aproximadamente setecientos kilómetros de caminos dentro del área de administración de Parques, la estación de servicio del Automóvil Club, el Hospital Regional Bariloche, la reedificación del Banco Nación y las escalinatas que unen el bajo Bariloche y el alto”, que por entonces, comenzaba “a partir de la calle Elflein”, señala la obra de Méndez.

También en el Centro Cívico, “el Museo Regional Francisco P. Moreno vino a completar la obra creadora desde el punto de vista cultural”. Para el director de Parques Nacionales, la tarea “no resultaban tan fácil, porque un desierto secular como la Patagonia […] carecía de una historia nutrida como para conseguir ciertos objetos representativos, esas reliquias que dan significación y pueden atraer la curiosidad”. Llamativa insistencia en caracterizar la región como un desierto.

En términos de conservación, supuesta finalidad de la flamante Dirección, “el Parque Nacional se dividió en dos zonas: la definida como el santuario, integrado por las tierras donadas por (Francisco) Moreno, la zona norte del lago Traful, la región del lago Espejo y del brazo Tristeza, los arrayanes de Quetrihué y los cipresales del norte de la isla Victoria. En esta zona las únicas actividades permitidas eran las vinculadas con la conservación del bosque”.

Curiosamente, de aquellos tiempos data la contaminación por especies que se generalizó más tarde y se extiende todavía en la actualidad. “En el resto del Parque fue necesario iniciar una política de reforestación artificial”. Es que, según Bustillo, los “bárbaros intrusos”, antes de “su llegada (la de Parques) ocuparon las tierras, quemaron y destruyeron indiscriminadamente la belleza”, asevera el estudio de la historiadora.

“Esta inclusión dentro del Parque de especies exóticas comenzó con la plantación de 200.000 abetos, piceas y pinos en el brazo Huemul, pero finalizó luego de la revolución de junio de 1943, momento en el que una política contraria a la introducción de especies exóticas terminara con la iniciativa”. La narración de la investigadora se refiere al golpe de Estado que terminó con la Década Infame y que inició el proceso que, tres años después, instalaría en la Presidencia a Juan Perón.

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